La cocina oaxaqueña ha sido venerada durante mucho tiempo en todo el mundo, generando restaurantes internacionales como Wahaca y encontrando fama en los estados de México, desde Baja hasta las penínsulas de Yucatán.

Sin embargo, la Ciudad de México siempre se ha robado el protagonismo culinario cuando se trata de comidas mexicanas de primer nivel, principalmente para la franja de chefs famosos y restaurantes de renombre mundial que llaman hogar a la capital mexicana. ¿Eso está listo para cambiar? ¿Es Oaxaca México el nuevo punto de encuentro culinario?

La herencia culinaria de Oaxaca

Históricamente, la cocina oaxaqueña ha sido una explosión de color culinario, un ataque al sentido del olfato y un placer para el paladar, ofreciendo sabores que no se encuentran en ningún otro lugar de México. Si bien muchos sugieren que es la combinación de la cultura indígena (el estado de Oaxaca tiene 16 grupos indígenas y la misma cantidad de lenguas nativas) y el colonialismo español lo que ha hecho que la cocina oaxaqueña sea tan diversa y multifacética, otros atribuyen esta diversidad a los microclimas altamente específicos repartidos por todo el estado. .

De cualquier manera, no sorprende que la cocina oaxaqueña sea tan única, dado que el estado produce más de 500 hierbas diferentes y una gran cantidad de agave que se aprovecha en la bebida característica de Oaxaca, el mezcal ahumado; desde chorizo ​​hasta chiles, especias y hierbas, hay varios ingredientes que sería difícil encontrar en otro lugar. Sin embargo, quizás la característica más icónica de la cocina oaxaqueña es el uso de epazote, una hierba aromática. Otros alimentos básicos de la comida oaxaqueña incluyen el agave, el maíz y el cacao antes mencionados. Más allá de la materia prima, pareciera que el secreto de la cocina oaxaqueña radica en la ardua preparación, horas de moler, asar y revolver.

Pero, ¿este fascinante patrimonio por sí solo lo convierte en un punto de acceso culinario? Bueno, combine eso con el resurgimiento del interés en la cocina oaxaqueña, como resultado de la revolución gastronómica mexicana, que ha provocado una ola de nuevas clases de cocina y recorridos gastronómicos para apoderarse del centro de la ciudad, y tendríamos que decir que sí, lo hace.